Vivimos en una cultura llena de mitos, que, a fuerza de repetirlos, se han convertido en verdades absolutas. En el mundo de las parejas, hay un mito concreto que nos aleja completamente de la realidad; el mito dice:

“Las parejas felices, no discuten”

Compartir la vida y tomar decisiones en el día a día, plantea conflictos más frecuentemente de lo que nos gustaría. Por tanto, si somos conscientes de que el conflicto es inevitable en la convivencia, tendremos que aprender a manejarnos con él, es decir, habrá que aprender a discutir.

En ocasiones, lo que nos molesta del otro, no es tanto lo que dice, sino como lo dice. Lo que deteriora la relación de pareja no es la situación conflictiva, sino el mal manejo que hacemos de ella. Cuando discutimos, las formas sí importan.

A continuación, os dejo algunas sugerencias que pueden ayudar a la hora de resolver los conflictos cotidianos en la pareja:

  • Centrarse en las soluciones: Hay veces que nos enfocamos en ganar o perder, cuando lo importante es poner la atención en encontrar la solución más adecuada para ambos. No se trata de imponerse o ceder, sino de afrontar el problema de una forma madura, valorando pros y contras, ya que la ganancia o la pérdida tras una discusión es para los dos.
  • Escuchar atentamente: Para llegar a una solución, hay que prestar atención a lo que el otro quiere decir. Evitar las suposiciones que aparecen de manera automática y nos llevan a interpretaciones erróneas durante la discusión.
  • Centrarse en el problema presente: Cuanto más nos centremos en el tema que queremos abordar, mejor nos entenderá nuestra pareja. En ocasiones se empieza hablando de un tema que deriva en otro totalmente diferente. Otro comportamiento que no ayuda en la discusión, es sacar a relucir temas pendientes, que suelen aparecer en forma de reproche y únicamente sirven para empeorar la situación presente.
  • Plantear el problema en el momento oportuno: Al plantear un problema, hay que darle el tiempo y espacio que se merece. Tenemos que aprender a manejar las urgencias, ya que servirá de poco, comenzar una charla cuando no hay tiempo suficiente para analizar las diferentes cuestiones.
  • Fuera insultos y/o gritos: Esta es una premisa fundamental a la hora de aprender a discutir de forma constructiva. Hay que eliminar por completo los insultos, descalificaciones y malas maneras, que sólo sirven para producir daños, a veces, irreparables.

En los momentos en los que tenemos dificultad para identificar lo que nos ocurre, si está relacionado con la pareja o con nosotros mismos, corremos el riesgo de desatar una discusión por cualquier nimiedad. En estas situaciones, es aconsejable, tomarnos un tiempo para descubrir qué nos está pasando. Este tiempo nos permitirá transmitir a nuestra pareja lo que estamos pensando y sintiendo, de forma más clara.